El progreso consiste en el cambio.
(Miguel de Unamuno)
Nuestras empresas se hayan inmersas en un entorno que no podemos obviar. Podemos hablar hasta la saciedad de las necesidades de nuestras empresas, hasta podemos llegar a la reivindicación, pero no podemos olvidar la coyuntura en la que nos movemos. Y ésta es altamente ineficiente, cosa que constatamos en cada paso que iniciamos y en cada gestión que hacemos.
Además de tratar de ser cada día más innovadores en nuestros productos y servicios, de buscar nuevas formas de fidelizar a nuestros clientes y satisfacer sus necesidades y cumplir con sus expectativas, de luchar por mantener nuestra cuota de mercado, nos vemos obligados también a luchar contra unas estructuras administrativas arcaicas, lentas, con duplicidades.
En los últimos decenios se han ido creando en España nuevas capas administrativas, las unas sobre las otras y todas ellas sobre las viejas estructuras del antiguo régimen dictatorial. Todo ello sumando capas de burocracia sin ningún criterio de búsqueda de eficiencia o de racionalización de la Administración, creando una tupida red en la que difícilmente se aprecia la aportación de valor o la voluntad de servicio al progreso de la sociedad.
Tal vez ha llegado el momento de demoler esas estructuras, de reinventarlas y hacer que descubran que su razón de ser no es la de dar cobijo al pago de favores recibidos o a los correligionarios de partido, sino que su misión es la de colaborar y facilitar la creación de riqueza y el crecimiento de la sociedad a la que sirven. En otras palabras, su única misión debe ser la de transformar la economía administrativa en economía productiva.