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«Gobernar es el arte de crear problemas con cuya solución mantiene a la población en vilo.»
(Ezra Pound)

Ser alcalde de una gran ciudad es una tarea difícil y compleja. Y si esa ciudad es Barcelona,  la complejidad y la dificultad aumentan. Se debe tener una visión estratégica que sitúe a la ciudad en la senda del progreso y que beneficie a TODOS los ciudadanos. Quien ejerce esa responsabilidad no se puede dejar llevar por instintos partidistas, nihilistas e involventes.

Y ello nos lleva al proyecto del actual consistorio de Barcelona de unir dos circuitos de tranvía a través de la Avda. Diagonal recientemente renovada. No importa que sea un proyecto innecesario para la ciudad. Se trata de un proyecto que destrozará las obras que en esa emblemática avenida se hicieron para recuperarla de su estado de decadencia y convertirla en un gran bulevar en el que coexisten zonas de paseo peatonal y de circulación y en la que los ciudadanos pueden encontrar la más variada oferta comercial. Un bulevar que junto con el Paseo de Gracia configuran  una de las zonas más atractivas de Barcelona tanto para propios como para visitantes.

La actual alcaldía está decidida a destrozar ese bulevar recuperado por y para los ciudadanos. Y desea hacerlo pura y simplemente para destrozar algo que realizó su predecesor. Lo hace para «dejar su huella», para «marcar territorio» igual que lo hace gran variedad de fauna en los bosques o en las esquinas de las ciudades.

Hasta la fecha no se ha publicado ningún estudio de viabilidad coste-beneficio que indique la idoneidad del proyecto (el lector puede comprobar en el link adjunto los datos de un proyecto similar en la ciudad de Madrid). De momento el único anuncio ha sido el de destinar TRES MILLONES DE EUROS en la redacción del proyecto. Montante que bien podría dedicarse a generar puestos de trabajo, mejorar la calidad de la enseñanza en las escuelas municipales, dar cobijo a los sin techo, paliar la creciente proliferación de alojamientos turísticos al margen de la legalidad, o a frenar el que centenares de personas indocumentadas vendan de forma ilegal en la vía pública productos falsificados. Por poner unos simples ejemplos.

Lo dicho, no hay estudio que muestre la viabilidad y el beneficio del proyecto. Claro que el argumento podría ser ecológico, al usar energía eléctrica en lugar de combustibles fósiles en un transporte público. Pero aquí también falla pues los autobuses que podrían llevar a cabo aquella conexión gozan de motores eléctricos o de combustión de gas natural.

De hecho en una reciente edición de Tribuna RACC (Reial Automóvil Club de Catalunya) se manifestó la «poca oportunidad» de tal proyecto. Al que sólo defendieron aquellos que «están implicados» en él de una u otra forma.

Con todo, si desde la alcaldía persiste el deseo de «dejar huella» tal vez merezca la pena sugerir que la conexión se realice mediante unas lanzaderas a base de «carretas estilo amish» tiradas por caballos, y aprovechar las equino-boñigas (o si lo prefiere el lector: las equino-heces) que dejen a su paso para que las brigadas de parques y jardines adoben algún que otro parterre de la Casa Consistorial.

Ciertamente, como dijimos una vez, la estupidez humana no tiene límites.

Mas información:

http://www.elconfidencial.com/espana/madrid/2016-05-07/metro-ligero-madrid-ingresos-gastos-concesionarias_1195956/